lunes, 6 de junio de 2011

LA CORROSIÓN DEL CARÁCTER

El capitalismo flexible ataca las formas rígidas de la burocracia y los males de la rutina ciega. Se pide a los trabajadores que estén abiertos al cambio y que dependan menos de los reglamentos y de los procedimientos formales.
El carácter depende de las relaciones que una persona tenga con el mundo. Se centra en el aspecto duradero, “a largo plazo”, de nuestra experiencia emocional. El carácter se relaciona con los rasgos personales que valoramos en nosotros mismos y por los que queremos ser valorados.
El libro comienza contando la diferencia entre la historia entre Enrico y Rico (padre e hijo), basada en la brecha que separa ambas generaciones, es decir, las nuevas tecnologías y, como consecuencia, las nuevas maneras de organizar el tiempo de trabajo: nada a largo plazo. Esto también puede verse en la empresa, donde estas han subcontratado con otras más pequeñas que les ofrecen trabajadores con contratos a corto plazo para desempeñar tareas que antes se hacían siempre desde dentro. La dirección prefiere estructuras que son más ligeras en la base, se pueden desmontar o redefinir más rápidamente que los activos fijos de las jerarquías; lo que significa que los ascensos y los despidos tienden a no estar estipulados en normas claras y fijas, como tampoco están rígidamente definidas las tareas: la red redefine constantemente su estructura. Todo esto provoca la existencia de lazos débiles dentro de un mismo trabajo en un equipo que realiza diferentes tareas y sus miembros cambian durante el proceso. Es decir, no se permite la creación de unos vínculos sólidos entre los trabajadores, los cuales conllevarían de una asociación larga, más personal y una disposición por parte de estos a establecer compromisos con los demás.
Por todo esto, el capitalismo a corto plazo amenaza con corroer el carácter de las personas, sobre todo de aquellos aspectos del carácter que unen a los seres humanos entre sí y brindan a cada uno de ellos una sensación de un yo sostenible. Además, el hecho de que estos cambios se produzcan de una manera despreocupada y negligente, provoca que la mayoría de las personas no se sientan cómodas con los mismos.
A medida que avanzamos, el libro nos detalla los motivos que han llevado a estos cambios a través del análisis de los estudios realizados por el autor y su prueba viva en las historias que éste nos narra.
Comienza analizando la rutina y los estudios sobre ésta de Diderot y A. Smith. El primero afirma que a través de la rutina y el ritmo de trabajo el empleado puede alcanzar la unidad de la mente y la mano, de esta forma podrá llegar a dominar su trabajo. El segundo afirma que la rutina se vuelve autodestructiva, porque los humanos pierden el control sobre sus propios esfuerzos, y esta falta de control sobre el tiempo de trabajo significa la muerte mental de las personas. De esta forma, la rutina industrial amenaza con aplacar el carácter humano en sus mismas raíces, ya que éste está formado por la historia y sus giros inesperados, y una vez establecida la rutina no se permite la construcción de una historia personal.
Por otro lado, tenemos la flexibilidad que es la resistencia a la tensión por parte del ser humano, es decir, lo adaptable que resulte ser éste a las circunstancias cambiantes sin dejar que estas lo rompan. El sistema de poder que acecha en las formas modernas de flexibilidad está compuesto por tres elementos: la reinvención discontinua de las instituciones (es la división de la experiencia del tiempo cambiante), la especialización flexible de la producción (las demandas cambiantes del mundo exterior determinan la estructura interna de las instituciones), y la concentración sin centralización del poder. A pesar de esto, las realidades prácticas lo que requieren es de una fuerza particular del carácter, la de alguien que tiene la seguridad necesaria para moverse en el desorden, alguien que florece en medio de la dislocación.
Además, el trabajo se ha vuelto cada vez más ilegible, es decir, menos entendible para los propios trabajadores. Para explicar esto, Sennett utiliza la historia de la panadería en donde la primera vez que la visitó sus propietarios y trabajadores se encargaban de la fabricación del pan, ahora, tras el paso de los años, la panadería ha sido comprada por una gran empresa que fabrica distintas clases de panes en función de la demanda y en donde los trabajadores sólo están de paso, es decir, su duración en ella no tiende a ser a largo plazo y su trabajo es realizado por máquinas. Los trabajadores sólo han de pulsar un botón para que el tipo de pan que toca en el día se haga, además de que en caso de avería de las máquinas, a parte del pan desperdiciado perdido por el error, estos han de llamar a los técnicos para que se encarguen de arreglarlas, lo que produce en los empleados una insatisfacción doble debido al trabajo rutinario y a la falta de cualificación para poder arreglar la máquina. De esta forma, la flexibilidad crea distinciones entre superficie y profundidad, y los sujetos menos poderosos de la flexibilidad están forzados a permanecer en la superficie. 
En el régimen flexible las dificultades se cristalizan en el acto de asumir riesgos. Los verdaderos triunfadores parecen ser los más aptos para mantenerse apartados del desastre, y dejan a los otros la patata caliente. Así pues, asumir el riesgo puede ser una fuerte prueba de carácter, puesto que el mismo tiende a volverse una necesidad diaria sostenida por las masas. El amigo del riesgo tiene que vivir con la ambigüedad y la incertidumbre, aunque estar expuesto al riesgo puede desgastar nuestra sensación de carácter, pues uno siempre está volviendo a empezar. Para ejemplificarnos esta teoría nos cuenta la historia de Rose, dueña de un bar que toma el riesgo de modernizarse para acabar volviendo, en este caso, al principio. El problema aquí, es que la flexibilidad puede llegar a acabar con la experiencia.
Lo que nos muestra a través de estos ejemplos es que, al final, la gente acaba sintiendo la falta de relaciones humanas sostenidas y propósitos duraderos. La antigua ética de las empresas se fundaba en el uso autodisciplinado del propio tiempo, con el acento puesto en una práctica autoimpuesta y voluntaria más que en una sumisión meramente pasiva a los horarios y a la rutina. Nuestro trabajo en el mundo es crear, y la mayor creación es nuestra propia historia, por ello hay que celebrar los riesgos psíquicos a sabiendas de que el mar interior es territorio desconocido. El yo que somos no se posee a sí mismo, ocurre sujeto a los accidentes del tiempo y a los fragmentos de la historia, y éste es el problema del carácter en el capitalismo moderno. Hay una historia pero no una narrativa compartida, por lo tanto no hay destino compartido. En estas condiciones el carácter se corroe.
En conclusión, como Sennett nos muestra a través de las diferentes historias narradas a lo largo del libro, podemos observar y ser conscientes de como los cambios en el mundo laboral afectan al carácter de las personas. Rico estaba preocupado porque la inestabilidad de su trabajo estaba afectando a su familia y a los valores que intentaba inculcar a sus hijos. En la panadería podemos ver como los trabajadores van y vienen, no se preocupan de la realización del trabajo, simplemente lo hacen, ni tienen iniciativas por lograr algo mejor. Y en el caso de Rose, cuando se decide a tomar el riesgo la modernización puede con ella, haciéndola volver a donde comenzó y sintiendo que el tiempo usado ha sido desperdiciado y, aún más, que toda su experiencia no resulta útil. Tras todo esto, debemos tener en cuenta el factor humano a la hora de mirar hacia el futuro, de forma que la creación de nuevos sistemas o nuevas tecnologías ayude a los trabajadores a avanzar a la par con ellos.

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