lunes, 6 de junio de 2011

BUENOS DÍAS, PEREZA

Hoy día, la gran mayoría de la población trabaja en empresas con independencia del  tamaño de estas. Las personas venden su trabajo a cambio de un salario, el cual les permita cubrir sus necesidades, básicas y de ocio. Pero, hasta qué punto esta venta es satisfactoria para el trabajador, pues, realmente pueden estos obtener de la empresa todo lo que ésta dice dar como persona al trabajador. Lo que este libro pretende es la desmotivación de todos los trabajadores del mundo, los cuales sólo desean una cosa: cobrar su sueldo a fin de mes. Nos anima a que seamos individualistas e ineficaces y hagamos lo mínimo posible, mientras aguardamos a que todo este sistema se hunda.
Cuando comenzamos a trabajar, mostramos nuestras ganas y empeño, pero a medida que pasa el tiempo nos vamos desilusionando con la empresa. Cada día hay más titulados universitarios, lo que provoca que un exceso de titulados anule los títulos, es decir, cuanto más hay menos valen. Lo que provoca que el ascenso social esté bloqueado, pues el tener más títulos no significa nada.
Además, el libro introduce un nuevo código de interpretación de todo aquello que sucede en el seno de la empresa. Recomienda invertir los signos (cuanto más se alude a una cosa de la gran empresa, más carente se está de ella), seguir el hilo circular del discurso (basta con tomar una idea y tirar del hilo hasta el final: es inevitable regresar al punto de partida), distinguir entre estupidez y mentira (propone  diferenciar entre ambas aunque dice que a veces se dan en conjunto), aplicar un principio de realidad (aquello que se da en la vida de manera difícil lo será aún más dentro de la empresa), y ver las cosas en perspectiva (se trata de situar las cosas y los acontecimientos dentro de su contexto).
Destaca la existencia de un nuevo lenguaje dentro de la empresa, el cual sólo sirve para marcar distancia entre los empleados de la misma. Se tiende a una retórica empresarial donde las palabras no significan nada. A esto hay que sumarle que todo el mundo habla por siglas, sólo para que quienes conocen el significado de estas crean pertenecer a una minoría privilegiada. Con respecto a las palabras extranjeras y su uso en la empresa, estas sirven para aparentar ser algo bueno por el hecho de ser una palabra anglosajona. Es decir, el lenguaje empresarial está lleno de frase hechas las cuales intentan sonar más agradables de lo que sería decir las cosas claras. La jerga empresarial es un discurso de sentido único que confisca y desacredita el lenguaje normal y por eso mismo no admite réplica.
Maier resalta el pensamiento de que tú eres un peón dentro de la empresa y el empleo que te reserva es un regalo que te hace. Desde este punto de vista, destaca que los empleados sólo trabajan para pagar los gastos que tienen, donde el éxito es una búsqueda narcisista de una pequeña diferencia, minúscula por naturaleza. Esto puede verse en la distribución de los despachos adjudicados en función del escalafón del empleado dentro de la empresa. Aunque no todas las empresas realizan de igual manera esta distribución, pues en algunas el personal directivo para que sepan que no tienen asegurado su puesto, han  creado un sistema de despachos móviles. Los títulos ahora, como ya comentamos anteriormente, sólo sirven para hacer saber a la empresa que te sabes adecuar a la situación. Esto es lo que llaman “empleabilidad”, es decir, la aptitud de convencer a los demás de que uno puede y debe ser contratado basado en las capacidades de relación y las aptitudes comunicativas que tenga el trabajador.
Con respecto a los trabajadores, expone que la empresa intenta crear una uniformidad. Es decir, se crean determinadas estructuras que engendran, inevitablemente, un determinado tipo de persona, y además la empresa es, por naturaleza, un lugar de exclusión, lo que explica que todo aquel que no sea “medio” es simplemente tolerado. Según la tipología de Lacan podemos distinguir varios tipos de trabajadores:
·         El canalla. Pretende mandar por los demás en la causa del deseo, intenta gobernar a los demás.
·         El cínico. Su propia ley les manda a conseguir su placer sin imponérselo a los demás, lo que conlleva una participación individual. Tiende a alejarse del canalla.
·         El débil. Persona dócil, crédula y sumisa. Son bastante abundantes en las empresas, sin los cuales ésta no podría sobrevivir.
Con esta base, el punto de vista de la autora del libro los clasifica como:
·         Los seguidores. Avanzan poco a poco, no tratan de cambiar nada, no cuestionan el orden establecido y son inofensivos.
·         Los molestos. Desorganizan toda una sección, soliviantan los ánimos y envenenan el ambiente provocando una depresión nerviosa a sus colegas. Son muy perjudiciales.
·         Los perezosos. Discretos, desprecian vagamente a los seguidores y huyen de los molestos. Su objetivo es trabajar lo menos posible.
En cuanto al empresario, dice de éste que cuanto más arriba está menos hace porque ya tienen a quien hace su trabajo por él. La creación, por parte de la retórica de la empresa anteriormente mencionada, del denominado mánager, le adjudica al mismo las funciones de animador de equipo, catalizador, visionario e inspirador para el resto de los empleados, cuando al fin y al cabo lo que hace éste es manipular a las personas. Además, cabe destacar que estos no tienen ningún vínculo con la empresa.
Se habla sobre un ejecutivo medio generalista que conoce de manera global los problemas de la empresa y sólo de lejos, pero que nunca profundiza en ellos porque no encuentra   motivación    suficiente    para   ello.
Critica a los consultores externos que la empresa contrata, gastando millones en estos especialista que cobran sólo por decir lo que su interlocutor quiere escuchar y para apoyar las decisiones de los principales responsables.
Define la flexibilidad de la empresa como un robo, pues cuanto más dinero, personal y fábricas pierden las empresas, más dinero ganan los empresarios. De esta forma, la reorganización de la misma no sirve para nada, sólo para que en el transcurso de la pérdida de los puestos de trabajo el empresario pueda llegar a deshacerse de una fábrica completa, lo que conlleva beneficios para éste. La pretensión de buscar el “bien” de la gente, la ausencia de autonomía y la obediencia obligatoria coexisten con el cinismo, los despidos y la reducción del individuo a un simple recurso.
Este libro propone al trabajador actuar contra la empresa desde dentro de la misma convirtiendo el no hacer nada en un arte, es decir, da ideas a los trabajadores como: salir a los pasillos a dar una vuelta pero con un informe bajo el brazo; quedarse hasta tarde en la oficina mientras miras internet o haces llamadas personales; o hacerle la pelota al jefe fingiendo estar ocupado cuando realmente no estás haciendo nada, así cuando te necesite estás disponible.
En conclusión, Maier destaca los defectos de la empresa en este libro, haciendo hincapié en que ya que la empresa no cuida del trabajador, por qué éste debe cuidar de ella realizando su trabajo como se espera. Te propone “no trabajar”, pues nunca serás ese “hombre nuevo” que la empresa anhela: responsable, fiel y leal que se consagra sin descanso a la tarea común. Si la empresa te explota, ¿por qué no explotarla tú a ella?
A pesar de las criticas expuestas y a la intención de Maier de que no trabajemos, hay que leer este libro con más profundidad y estudiar cómo convertir los defectos de la empresa en posibilidades para el trabajador, que éste no ha de conformarse siempre con percibir su salario, el trabajo ayuda a las personas a realizarse como tales y a probar sus límites. Todo este sistema de funcionamiento que describe sobre las relaciones personales de los trabajadores y el sistema jerárquico se está viendo modificado, precisamente, para que los empleados disfruten con su trabajo y no lo vean como otro sacrificio a realizar para poder vivir.

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